“Una vez que ustedes los mortales tienen ego”, continuó Merlín, “tienen un mundo ‘allá afuera’ y surge una nueva tendencia: la necesidad de salir al mundo y realizar cosas.
Las pnmeras señales de este cambio son primitivas. El bebé desea agarrar y sostener las cosas; desea explorar por sí solo, pero siempre asegurándose de que su madre esté cerca. No tarda en querer caminar y comienza a protestar si la madre no se lo permite.
Este deseo de escapar y andar es tímido al principio. Pero con el tiempo, el mismo bebé que anhelaba estar protegido en el regazo de la madre, grita para que lo suelten. Éste es un instinto sano, porque el ego sabe que lo desconocido es la fuente del temor. Si el bebé no se desprendiera para conquistar el mundo, crecería temiéndole cada vez más.
“Cada vez nos apartamos más de la sensación de paz, unidad y confianza con la cual nacieron. El ego comienza a dominar al espíritu. Cuando el bebé entra dentro de sí para sentir lo que hay allí, ya no encuentra consciencia pura sino un remolino de recuerdos.
Las experiencias se tornan personales y no vuelven a ser compartidas nunca más. “Otra historia triste”, se lamentó Percival. “Así sería si terminara ahí”, dijo Merlín. “Pero el nacimiento del realizador les trajo confianza y un sentido de individualidad. Este mundo de objetos y sucesos tiene como fin una sola cosa: convertirlos en individuos.
Para eso se necesita el ego, por lo menos para el camino que ustedes los mortales han escogido”. “No todos son realizadores. ¿Es este un paso necesario?”, preguntó Galahad. “No todo el mundo adora el éxito o se identifica con el dinero, el trabajo o la posición”, dijo Merlín. “Pero el impulso del realizador es más simple, más elemental. Es la marca del ego en acción, demostrándose a sí mismo que la separación es tolerable.
En efecto, el nacimiento del realizador hace que este mundo sea alegre, lleno de cosas para hacer y aprender. En algunas personas, el realizador dura mucho tiempo. La sed de fama y fortuna se imponen sobre el verdadero propósito de la búsqueda. Pero Dios permite el libre albedrío total y si la persona decide que el mundo de ‘allá afuera’ es más importante que ella misma, lo más natural es que sienta la necesidad de alcanzar la fama y la fortuna.
“A los ojos del mago el ego no ofrece posibilidad alguna de realización. Es controlador e implacable. ‘Escúchame’, dice, y toma todo lo que puedas para ti mismo. Así encontrarás la felicidad’. Todos ustedes los mortales siguen ese consejo durante un tiempo. Y tampoco hay nada de malo en ello desde el punto de vista de Dios, porque Su confianza en el libre albedrío es el camino más acertado. “Prácticamente no tengo que decirles que ese tercer paso permanece con ustedes, porque mientras haya ego, estará presente el realizador.
El realizador jamás colma su apetito. Después de todo, no hay límite a las experiencias que se pueden amasar; el mundo es infinito en su diversidad. Pero a medida que el ego crece, sofoca el espíritu bajo capas de cosas — dinero, poder, imagen — hasta que una voz pequeñita comienza a preguntar: ‘¿Dónde está el amor? ¿Dónde está el ser?’ En ese momento está cerca el cuarto paso, otro nacimiento más”.
Etiquetas: Alquimia y Magia
La realizacion como llama Merlin a los actos de nosotros las personas, pensamos luego actuamos en el mejor de los casos, otros mas impulsivos actuan luego piensan y lo que es peor se arrepienten de sus actos.
Pero bueno los "normalitos" los los que piensan y actuan despues somos todos y generalmente nos equivocamos, nuestras decisiones son a veces la causa de nuestras lagrimas y de sufrimientos, pero yo digo, ¿si no fuera asi entonces no podriamos crecer?... y es ahi donde se aplica la ley de la causa y el efecto, una ley que se ajusta perfectamente a este hermoso post.